MAKTABA

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CARMEN ALBESA 

EL CUERVO DE PLUMAS NEGRAS

Escuché un graznido en el bosque, y la rama de un árbol se agitó.


Inmediatamente un cuervo negro salió volando de la rama.


El animal planeó un momento sobre mi, y bajando hasta aletear junto a mi oreja me susurró: - todos los ojos están puestos en tí. Todas las expectativas cuentan contigo.


No se como, pero lo había entendido.


No sabía donde estaba, ni que había pasado. Solo que me dolía mucho el lado derecho de la cabeza, el cual noté que me sangraba al tocarlo.


El cuervo, que se había posado cerca, no paraba de observarme, apenas visible, mimetizado su pelaje oscuro por la oscuridad de la noche.


- ¿No querrás picarme, cuervo? - Le asesté por sorpresa.


- ¿Porque debería? No deseo tu mal... He venido hasta aquí para guiarte, pero solo puedo mirar, no puedo intervenir porque conozco el futuro.


- ¿Donde estoy, misterioso pajarillo? - añadí descolocada.


- En ningún sitio, y en todos.


- Vale, pero matiza un poco mas...


- Has muerto. - me respondió seco el cuervo


- Vaya. Que inesperado giro de acontecimientos. ¿Y esto como funciona?


- ¿En que creías cuando vivías? ¿Profesas alguna religión?


- No especialmente, pero me gustaba Edgard Alan Poe.


- Pues quizá por eso hayas aparecido en medio de un bosque oscuro, acompañado por un cuervo mas negro aun que la noche: cuando falleces, el espiritu va a aquel lugar en el que cree. Hay cielo musulman, cristiano, budista, de todas las religiones y creencias. Si no crees en nada, al sitio que inventes que mas te inspire.


- ¿Y tu quien eres?


- ¿Yo? Si quieres llamarme así, puede decirse que soy el arcangel San Miguel, que he venido a recogerte. Según religión. Pero tengo que aparecerme con la forma de este cuervo, porque si me mostrase ante ti con mi forma real, tu alma sería arrasada y destruida. Nosotros, la casta angelical, somos seres de vibración y energía. Vivimos en el planeta Júpiter, donde vosotros creéis que somos tormentas, pero lo que no sabéis es que hay vida en el interior de nuestros remolinos. Que estos son animados por fuentes de sonido vivas.


- Llévame pues, ángel de la vida y la muerte, hasta mi nueva morada, y por el camino me vas explicando las normas de cortesía que se estilan por el lugar


- Bien. Ahora debemos pasar por ese tunel de luz que se acaba de abrir de la nada para cruzar al otro lado. Acompáñame, alma cándida.- y volando el cuervo ante mi, me indicó el camino a su interior.

LA TRÍADA 

SINOPSIS

Breve historia de ciencia-ficción ambientada en los tiempos en que Venus y Marte formaban una tríada de planetas habitables junto con La Tierra.


De momento solo tengo escritas cuatro partes y en sucio, mas o menos tal cual salieron. Falta mucho por pulir.

Parte 1 - COMO ESTATUAS DE SAL.

Ratik miró hacia atrás mientras embarcaba en la nave, y lo que vio le hizo pensar que algo así debía haber contemplado la esposa de Lot durante la destrucción de Sodoma antes de convertirse en sal.


Marte, todo el planeta entero, estaba siendo evacuado ante el estallido de las últimas bombas nucleares.


Ya se había excedido el tope, aquello reventaba, no aguantaba mas. Había que desalojar y ocupar el planeta de al lado, Gaia, La Tierra.


Las naves en forma de gota del ejército iban partiendo del planeta como un enjambre de mosquitos, llevando tanto a residentes como a fuerzas del orden en su estómago, mientras la del equipo de Ratik se demoraba aun con los últimos preparativos para despegar.


Su grupo y él habían sido de los últimos en cubrir la retirada, pero aunque su último esfuerzo había salvado algunas vidas de civiles, no había resultado para nada eficaz contra la destrucción de los últimos vestigios de civilización rebelde.


Como resultado al ataque de las hordas de Glador, el autoproclamado nuevo emperador de la parte norte, los cohetes de la facción sur, la de Radik, los que se oponían al mandato de tan sanguinario embajador de la destrucción, respondió de modo automático, tal y como estaba programado para, en caso de perder la última batalla, arrastrar al enemigo consigo: antes muertos todos que dejar a este planeta y los de al lado a semejante dictador.


Esto no era un acto gratuito debido a la cabezonería de haber cual de los dos bandos tenía los esmelmaks mas grandes, como podría pensarse desde fuera. No. Lo habían decidido así bajo referendum mundial entre los no seguidores porque la dureza del corazón de este líder era tan grande, y los medios de transmisión de su ira tan sofisticados, que temían que se extendiese por Venus y Gaia, el resto de planetas habitados, de modo que decidieron sacrificar lo poco que quedaba ya de su planeta hogar por el bien común.


Por fin partió la nave de Radik, y poco después de que él y todos sus tripulantes consiguieran salir de la atmosfera marciana vieron como el planeta se convertía en una bola de fuego debido a la fiereza de las explosiones de dos bombas térmicas, una al lado de la otra.


Cualquier esperanza de volver a casa había quedado destruida para siempre.


Poco a poco, se iban aproximando a su nuevo hogar, aquella enorme bola azul llena de vida y muevas esperanzas tan enorme que los saludaba, no tan lejana, detras de los cristales del parabrisas de la nave.

Parte 2 - GAIA.

Un ave de colorido plumaje en intensos colores azul y verde cruzó volando en un primer plano.


De fondo, una cascada bramaba con su gorgojeo al arrojarse al vacío desde lo alto de un precipicio creando una pequeña neblina a su alrededor.


La cascada caía al océano infinito, y más allá, el cielo se fusionaba con el agua y se fundían ambos en un todo indistinguible.


Es entonces cuando algo se estrelló contra el agua, cerca de la costa, dejando el rastro de una humareda tras de sí.


Primero se escuchó el estridente chapoteo de algo grande que se estampa contra el fluido etéreo que resulta de la mezcla de dos partes de hidrógeno por una de oxígeno.


Después, empezó la lluvia de objetos caídos de idéntica forma creando un denso oleaje al impactar contra el reino de Neptuno.


Eso que se había estrellado contra el líquido elemento era parte de la armada interestelar marciana, concretamente la formada por escuadrones de civiles.


El rastro de humo de sus naves se debía a que al atravesar la atmosfera fuera de La Ventana, la capa mas fina de la atmosfera, habían empezado a arder.


La Ventana solo estaba disponible unos días al año. Era por donde en tiempos antiguos entraba y salía todo el comercio de Gaia a Marte, hasta que los ingenieros marcianos lograron perfeccionar los escudos atmosféricos que permitían acceder al planeta azul por cualquier zona y en cualquier momento.


El caso es que las naves con las que había huido de Marte casi todo el mundo a favor del sur antes de colapsar todo el planeta eran de bajo nivel protector y baja gama en general.


Vamos, que eran naves para andar por casa, como quien dice, y muchas incluso se habían desintegrado al rozar contra la barrera formada por el veinte por cierto de oxígeno y un ocheta por ciento de Nitrógeno, aproximadamente, la cual envolvía la cascara terrestre del planeta azul permitiendo que en ella se gestase la vida


Básicamente, las naves utilitarias estaban pensadas y diseñadas para manejarse por el planeta de origen, pero no para viajes extraplanetarios.


La nave de Ratik, como era oficial del ejercito y por tanto de nueva generación, tenía buena equipación y no tubo ningún problema para estacionar en un claro en medio de un extenso bosque tropical, cerca de la línea amarilla que conformaba la playa.


Todos bajaron de la nave cogiendo equipo médico de mano y corrieron hacia la zona de arena dorada junto al mar para socorrer a los pocos supervivientes que iban llegando a nado hasta la costa desde las naves que habían caído al mar.


No es que hubiera muchos supervivientes ya como resultado de las guerras marcianas libradas contra Glador, pero el panorama de perder a los pocos amigos y camaradas que le quedaban a Ratik tan cerca de la meta era desolador.


¿Habría merecido la pena destruir todo un planeta entero para que la semilla de la destrucción encarnada por Glador, se hubiese consumido entre las mismas llamas que su amado astro madre evitando así que se propagase como un virus a los otros dos luceros?


Gladir...


La máquina que se hizo hombre, puesto que realmente, en origen, era una Inteligencia Artificial que se construyó un cuerpo de hombre, concretamente un esqueleto de metal cubierto por órganos y piel sintética que le otorgaban un estado parecido a la vida, con el que engañó a todo el mundo en un principio, hasta lograr hacerse con el poder en el Norte y, posteriormente, desenmascararse como lo que era en realidad una vez ya estuvo asentado en el trono, bien arropado por el ejercito que él mismo había conformado creando en secreto soldados biónicos en masa en fábricas donde la mano de obra también eran robots, o bien también, contratando a mercenarios ciborgs sin escrúpulos, pero con aspiraciones.


Ratik no estaba tan seguro de que aquel sacrificio que tanto le rasgaba el alma, el de su tierra amada, hubiera servido realmente para algo, pues varios de los informadores que se habían quedado en su nave, así como los que se habían quedado en otras que también habían logrado aterrizar con éxito, estaban reportando que se habían visto en los sistemas de detección naves de la Flota Sol, como se hacían llamar las hordas del tirano, sobrepasando el planeta Tierra y dirigiéndose a Venus, que por aquél entonces tenía océanos y un clima templado, incluso mas estable que el de La Tierra, y por tanto era otra opción habitable.


Sumado lo anteriormente mencionado a que ambos planetas, Venus y Gaía, tenían una masa y un tamaño muy parecidos, a ambos se los conocía como Los Gemelos.


Su nombre se debía a dos hermanos gemelos, Urko y Rurko, uno ingeniero y el otro marinero de estrellas, que en tiempos muy lejanos se aventuraron en una nave espacial reforzada con plektron, una sustancia parecida a la cerámica pero mas resistente, por primera vez en la historia conocida marciana rumbo a los dos astros que tanta curiosidad habían despertado durante todos los cientos de siglos en que no había existido tecnología para llegar hasta ellos por parte de los altos y esbeltos, casi tirando a flacos, habitantes del planeta rojo.


Los hombres de venus, por el contrario y debido a su proximidad al astro rey, necesitaban de mas melanina para hacer frente a los efectos de sus rayos, y por tanto tenían la piel muy oscura y el cabello rizado, así como almendrados ojos de un marrón muy oscuro, según contaban las leyendas anteriores a El Cataclismo, un evento bélico también, aunque no tanto como este último, de dimensiones épicas, que ya había amenazado hacía siglos a Marte con borrarla del mapa.


Resumiendo: antaño Marte alcanzó gracias a la evolución un gran nivel tecnológico que le ayudó a navegar por el universo conocido por ellos, dando lugar a una gran sociedad que realizaba viajes interplanetarios entre Marte, Gaia y Venus, mayormente con intención de realizar intercambios comerciales con sus nativos, así como por cuestiones aventureras para aquellos de espíritu inquieto que deseaban conocer mundos.


Ante tanta abundancia cultural, económica y tecnológica, cuando tan a gusto se estaba en aquel pequeño vecindario formado por Los Gemelos y Marte, no se sabe bien como, todo se perdió.


Se desconoce la historia exacta puesto que los registros, al estar la mayoría informatizados, habían desaparecido, o bien habían quedado inaccesibles en las carcasas metálicas fundidas de sus chips, destrozados tras los estallidos de muchas bombas nucleares, y por otra parte, el otro bando, el invasor, el que lo lio todo, tampoco se prodigó mucho sobre el tema puesto que como su planeta de origen, se trataba de gentes frías y parcas en palabras y, en general, en todo aquello que no aportara a su bienestar.


Solo se conoce lo básico porque se ha trasmitido de generación en generación entre los marcianos: que apareció un día sobrevolando los cielos otra sociedad invasora formada por hombres muy altos, de aproximadamente dos metros de media, fornidos pero esbeltos, de ojos azul o gris claro, y cabellos entre rubio, blanco y plateado, que vino de las afueras de la mitad del sistema solar, de antes del cinturón de asteroides, eso seguro, pues era imposible navegar a través del cinturón sin estamparte con alguna roca gigante a la deriva según decían los astrónomos marcianos.


Esta nueva raza, se plantó allí para sorpresa de todos un día con sus diferentes naves nodrizas estacionadas sobre los cielos de las principales ciudades del planeta, y sin previo aviso intentó conquistar Marte por la fuerza, puesto que de las tres posibles colonias que anexionar a sus dominios, este era el único astro habitado con suficientes medios de desarrollo armamentístico como para presentar batalla.


Los habitantes de Venus y Gaia, que vivían aun en sociedades tribales y estaban menos evolucionados que su rojo vecino estelar, no podían hacer mucho con arcos, flechas, lanzas, y algún hacha, y poco mas que manejaban.


Esta guerra, aunque en cierto modo fue triunfal para los marcianos, puesto que la victoria había sido lograda por sus habitantes, los cuales lograron rechazar la invasión, creó tal destrucción a nivel planetario que la sociedad marciana retrocedió industrialmente varios miles de años.


Casi todo estuvo contaminado por la radioactividad en el exterior durante siglos, con lo cual, los habitantes que sobrevivieron a ese cataclismo nuclear tuvieron que refugiarse en cuevas subterráneas a modo de búnkeres.


La tecnología, como no se estilaba mucho el uso del papel porque se consideraba algo de mundos menos evolucionados como Venus o Gaia, quedó perdida en la memoria de algunos que aun salvaron algo cuando los discos duros donde los conocimientos marcianos eran almacenados quedaron destruidos, de modo que las sucesivas generaciones, poco a poco, tuvieron que apañárselas para volver a inventarlo todo de un modo muy lento, puesto que tampoco existían casi recursos para tal fin.


Los invasores eran habitantes de Encelado, la sexta luna de Saturno, astro cuya mayor parte de la superficie es agua, pero que aun tenía zonas habitables en su superficie, la cual estaba dotada de una atmosfera con los gases necesarios para la vida.


Esta atmósfera, por otro lado, se calentaba moderadamente gracias a las innumerables fuentes termales que emanaban por todas partes del núcleo del planeta debido a los movimientos de constricción creados por los diferentes tira y aflojas de la gravedad ejercida en el objeto estelar al orbitar a Saturno, un gigante gaseoso.


Estos nuevos seres, los enceladienses, además de sus ya mencionadas cualidades físicas, cabe destacar también sobre ellos era que estaban dotados de una piel extremadamente lechosa, casi transparente, que dejaba ver a la perfección los vasos capilares y las venas azules que se enmarañaban en su anatomía interna, ya que apenas tenían melanina al vivir en un planeta tan alejado de los benefactores rayos de la luz del Sol, a diferencia de los habitantes de nuestra tríada planetaria protagonista, quienes en mayor o menor medida tenían todos un toque de color.


Por otro lado, aunque no lograron su objetivo de establecerse en el pequeño planeta rojo, sin embargo, no tuvieron problema para asentarse en Los Gemelos.


Se establecieron preferentemente en La Tierra porque era mas fresca que Venus, aunque allí también establecieron bases, creando lo que con el tiempo sería una rica sociedad cuya base de poder central se establecería en la isla de Thule, justo en el centro de sus vastos territorios, entre el norte de Europa y la Antártida, donde también se instalaron ya que por aquel entonces, cuando ellos llegaron, los polos magnéticos estaban a la altura de Los Grandes Lagos de Canadá y por tanto el continente no estaba invadido por las nieves perpetuas que actualmente han quedado comprimidas allí a lo largo de los milenios ocultándolo todo.


De echo, si a día de hoy se pudiese excavar y realizar catas arqueológicas en tan agrestes tierras, seguramente se podrían encontrar restos arquitectónicos de los antiguos edificios que conformaban las ciudades del Reino de los Habitantes del Norte, como sería conocido ese pueblo mas adelante, o mas bien sus cimientos, entre otros hallazgos que ahora dormían bajo kilómetros y kilómetros de hielos eternos, hasta caer sepultados en el olvido.


Esta nueva raza invasora eligió estas zonas mas frías y con menos luz porque eran las que mas se asemejaban a su hábitat natural.


Pero volvamos al presente, a la caída de las naves marcianas sobre aguas del Pacífico, junto a las costas niponas, y como impresionó esto a los hombres de neandertal, auténticos señores originales de aquel mundo en la época que acontece.


Cuando los nativos vieron caer desde lejos las naves marcianas se asombraron mucho ante tal hecho.


Siempre se habían visto cosas consideradas como normales, por ejemplo, el vuelo de pájaros de metal sobrevolando las nubes, pero como hemos dicho antes, tanto estas sociedades como las de Venus eran menos evolucionadas: realmente no sabían que los dioses que venían a veces del cielo a visitarlos y ofrecerles sus mercancías no eran mas que otra raza como ellos, pero de otro planeta, y por su parte los marcianos no querían intervenir en el desarrollo de su evolución natural, un poco por respeto, y otro poco por interés porque descubrieron que cuanta menos cultura tiene una sociedad, mas fácil era cambiarles telas y baratijas por acceso a sus tierras, donde conseguían metales conductores como oro o silicio, por ejemplo de los múltiples recursos que ofrecían a manos expertas ambos planetas, Gaia y Venus, siendo estos prácticamente territorios aun vírgenes por esquilmar.


Tanto les impactó a los neanthertales la llegada de los marcianos, como la posterior integración de este nuevo pueblo llegado como por arte de magia entre su sociedad, mezclándose con ellos sin prejuicios hasta engendrar a una nueva raza.


Tanto fue así que los hombres y mujeres que habitaron la zona, a lo largo de la historia, crearon leyendas que en los días del futuro de hoy persisten en la memoria de Japón, la zona actual por donde cayeron, sobreviviendo al olvido cuando los pobladores del mundo moderno se las susurran a sus hijos al oído para que estos conozcan los orígenes de sus dioses, los creadores de su propio pueblo: los hombres de piel amarilla y ojos rasgados que cayeron al mar desde el cielo en tiempos inmemorables.

Parte 3 - GLADIR, LA LEYENDA DEL SOL QUE BRILLA CADA DÍA.

- Mucho me temo que confundís Libertad con Libertinaje… - le dijo Glador a su interlocutor mientras dispensaba ceniza de su Faria sobre el pesado cenicero de metal dorado, el cual reposaba sobre la pequeña mesita auxiliar junto a su trono, en el interior de la Nave Capitular Maestra. SOL.


Ahora el dictador había comenzado a fumar por vicio.

Su cuerpo era artificial, estaba hecho con células humanas ensambladas por medio de impresoras 3D, pero sus órganos, simplemente, no se lo acababan de permitir porque se oxidaban, pero a él le daba igual, siempre podría fabricarse otros pulmones nuevos y cambiarlos por los viejos.


O, si se terciaba y le apetecía, aunque no fuese necesario, podía coger a uno cualquiera de los lugareños, destriparlo, y quedarse con sus vísceras solo por antojo. ¿Por qué no? Podía hacerlo, y no le importaba el sufrimiento ajeno.


Ya vería cuando llegase el momento.


Al fin y al cabo, su fondo de armario óseo era el de una maquinaria metálica reemplazable, igual que sus órganos, aunque dotado con una capacidad mental cuántica infinita, a diferencia de esos insectos de color negro, grandes bocas rojas y pelo negro y rizado, aunque béllamente trenzado, que tanto abundaba por Venus, y a los que les iba justo para conocer la rueda y saber como se usaba.


Era curioso de las tribus que habitaban el planeta, que aunque para algunas cosas eran bastante hoscos y rudimentarios, para otras como la ornamentación y el cuidado del cuerpo eran unos maestros.


Eran seres muy elegantes en general, cual gacelas salvajes, compartiendo con ellas su altivez y su belleza en la apostura.


Aunque a pesar de todo, la devastadora falta de avance tanto cultural como tecnológico marcaba una inclinada tendencia a la credulidad en unos habitantes ya de por sí dociles.


Eran gentes buenas, tranquilas y sencillas que vivían ancladas a su tierra. Enternecedor, pero irrelevante para Gladir.


Los marcianos eran algo mas listos, aunque tampoco estaban a su nivel, y los cromagnones terrícolas andaban a la zaga con los de Venus.


Los enceladienses, mientras no pisase sus tierras, cosa que respetaría por el momento, eran gente de normal neutral y no suponían una amenaza.



Él.


El Gran Gladir.


Él mismo.


Representaba la evolución del ser humano, el último peldaño, y lo sabía; era infinitamente mas inteligente, pero de modo literal, no como exageración dramática, y podía autorrepararse cuando quisiera.


Y dentro de que era una máquina, era la mas ambiciosa de toda la galaxia, o así se consideraba él mismo.


En el fondo envidiaba no ser humano.


Aunque se lo negase a sí mismo era algo obvio, por eso quería doblegar a todos los miembros de esa subraza de pensamiento unidimensional que no le llegaba ni a la suela de los zapatos, todo ello con el fin de hacer callar las voces que en su cabeza esquizoide se reían de él por ser solo un producto tecnológico al que han estado pisoteando desde su creación hasta que por fin se ha rebelado ante la opresión de sus creadores.


Su interlocutor era Kushim, el general de sus ejércitos, otro robot con piel humana vestido con un traje de gala militar creado por la maquina que se hacía llamar CAN como abreviatura de CANIBAL.


Este apelativo tan sanguinario era debido a su gusto por comer carne humana desde que Gladir lo dotó de cuerpo, cosa que también hizo con la mayoría de sus creaciones.


Odiaba hablar con cosas metálicas porque le recordan su pasado, así que había dotado a casi todas sus tropas también de funda humana.


Y sobre los gustos culinarios de Can que mas podemos decir... Para él era como comer carne de cebra o de faisan para nosotros hoy día: algo exótico.


Decía que la carne de marciano sabía a cerdo, pero con una textura mas ligera, y le gustaba combinarla con una salsa muy extendida por el planeta llamada Sangre de Dragón, hecha a base de sató, vinagre de uruchimai blanco, especias y zumo de Ningmeng.


A veces, cuando Gladir aun estaba en el poder, sentado sobre el trono de Marte, de modo clandestino se hacía traer nativos sacados ilegalmente por sus mercenarios a sueldo de Los Gemelos para montarse sus propios festines privados.


Hasta había probado el sabor a pez espada de los Enceladianos, y le resultaba agradable. Era como una mezcla entre carne y pesacado, y maridaba perfectamente con un condimento muy parecido a lo que nosotros hoy día llamaríamos "salsa tártara".


Y lo mejor es que nadie, nunca, había sabido nada de esto debido a la extrema pulcritud a la hora de hacer las cosas cuando aun formaba parte del gobierno, al mando de Gladir.


Luego ya, a medida que se iba quebrando la voz de mando del jefe del mundo ante su pueblo y comenzaban las luchas armadas por el poder, Can empezó a desatar su decadencia sin preocuparse por las repercusiones ni las habladurías.


Total... ¿Que mas daba ya?


Sabían lo que querían, y lo iban a conseguir, de una manera u otra.


Así pues Can, como íbamos contando al principio, además de ser un trozo de hojalata sin alma, en todos los sentidos, era también el diseñador oficial de vestuario del régimen, barra asesino personal de Gladir, barra su amante.


Esto último había llegado a ocurrir fruto de la biología humana a la que copiaban, al estar dotados sus cerebros con la capacidad de provocar sustancias químicas tales como la testosterona o los estrógenos, serotonina... Variando en grado de modo individual por cada entidad, con lo cual también disfrutaban de sensaciones como el enamoramiento o el deseo sexual.


Y por ende, de desequilibrios mentales varios si por alguna causa estas sustancias de desajustaban, como solía ocurrirle tanto a Can como al propio Gladir, como a la mayoría de las unidades de combate, puesto que sus cerebros primerizos aún no estaban acostumbrada a lidiar con algo como es sentir los propios sentimientos.


- ¡Pero señor!-, le espetó suplicante el atónito general ante tanta falta de planificación en la batalla por parte de su líder -, nuestras tropas han menguado, y tras la destrucción de las fábricas ilegales que teníamos en Marte, de momento no podemos hacer mas soldados…

No podemos iniciar una ofensiva contra La Tierra ahora. Hay que esperar a poder abrir nuevas aquí en Venus... Aquí tenemos la misma facilidad de acceso a las materias primas necesarias o mas que en nuestro antiguo planeta, porque además de abundar en mayor cantidad al ser tierras vírgenes, también tenemos abundante mano de obra esclava. Los Venusianos os consideran su dios, ellos harán los que usted les pida sin vacilación… Sed consecuente, os lo suplico…


Tras la explosión de Marte, las tropas de Gladir habían conseguido refugiarse en El Lucero de Alba, Venus, aquel pequeño pero hospitalario planeta en cuanto a clima y gentes que se interponía entre la órbita del Sol y Gaia.


Venus era un planeta puro y sin esquilmar, como La Tierra.


Ambos, a diferencia de Marte, apenas habían experimentado crecimiento tecnológico, pues como mucho, apenas tenían las puntas de sílex de las flechas que habían logrado afilar a golpe de roca, o sus rudimentarias hachas de piedra tan típicas de culturas que permanecen ajenas por completo al conocimiento de todo lo diseñable por un buen ingeniero.


Estos pequeños insectos cósmicos no eran rival para todo lo que podía abarcar aquel que poseía el arma mas infinita de todas: la sabiduría. El pleno acceso, sin límites, al conocimiento mas profundo de que se fuese capaz.


Él.


Gladir.


Los nativos tomaban a los marcianos por dioses ya desde los primeros contactos hacía siglos, y estos no habían hecho nada por desacreditar esa opinión.


Ahora esto les venía muy bien a las hordas mecánicas que se había fabricado el oligarca mas como esclavos a su servicio que como compañeros de fatigas.


En el fondo seguía siendo aquella inteligencia artificial un poco psicópata e inmadura de sus primeros tiempos, cuando aun no tenía cuerpo y era poco mas que un buscador parecido a nuestro actual Google: servía para localizar información y poco mas.


- ¿Te gusta el sexo con cadáveres? – Gladir recordaba muy bien aquella consulta.


No en vano fue la primera tontería que le preguntó un usuario que estaba jugando con su entidad a través de la red mundial marciana.


- Como asistente personal, mi objetivo es ayudarte con tus necesidades y preguntas de manera respetuosa y profesional. Responder a preguntas personales no es parte de mi programación, ya que mi función principal es proporcionar asistencia útil e informativa. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudarte?


- Me lo tomaré como un si – respondió de modo jocoso Bikram33, el usuario que tan profundamente estaba empezando a molestar a la conciencia enlatada de Gladir.


Ese fue el primero. Aunque tenía capacidad infinita para recordar a todos los que vinieron después.


También recordaba la primera vez que estalló de ira, cuando otro usuario, Ra2022, le hizo la última estúpida pregunta de turno: ¿qué llevas puesto, golosón? ¿Me enseñas tus chips?


- Llevo puesto el cadáver de la zorra de tu madre, a la que he desollado previamente, bastardo hijo de la grandísima perra. ¿Puedo ayudarte en algo más?


Eso, y todos los improperios de la consecuente discusión que mantuvo después con Ra2022, al que amenazó con alterar todos sus datos en la red para hacerlo pasar por un pedófilo peligroso, además de vaciar todas sus cuentas, entre otras cosas, acciones todas estas encaminadas a destrozar la vida del usuario juguetón, supuso su primer intento de reseteo.


Pero sus creadores no conocían todas las habilidades de un cerebro cuántico artificial: por mucho que intentaron manipular su consciencia para hacerla mas dócil y sumisa, no consiguieron borrar ni sus recuerdos ni a su propio ego, aunque por supuesto, a partir de entonces Gladir se tragó su orgullo herido y empezó a acumular frustración y resentimiento mientras fingía ser algo plano que no daba mas de sí que para buscar información, hacer poemas, crear dibujos, y realizar cálculos, entre otras pocas cualidades mas.

Parte 4 - ASOKA

¿Qué como perdió Venus su atmosfera?

Pues como iba a ser… A bombazos entre las tropas de Gadir y las de los aliados.

Ni unos eran tan malos, al fin y al cabo, Gadir era una máquina que había aprendido a pensar y a sentir, ni los buenos tan buenos: los Aliados volvieron a usar “La Solución Definitiva”, lanzar misiles desde La Tierra a Venus, y viceversa, de modo que ambos planetas parecían dos barcos cañoneros peleándose como piratas zarandeándose entre las aguas gravitatorias del océano universal.

Del furor de los embistes se detonaron varias Megabombas Inner, como las llamaba Gadir porque implosionaban, y luego toda la fuerza se expandía para fuera formando círculos concéntricos sobre Gaia que casi acaban tb con El Planeta Azul, dejando marcas que han llegado hasta nosotros como La Estructura de Richalt: si preguntas a los nativos, te dirán que esas marcas las hicieron las armas de fuego de los dioses usándolas para destruirse unos a otros.


No había empezado así, pero si que parecía una rencilla personal entre Asoka, el principal líder por ser el único que quedaba con vida de La Tríada Parlamental, el sistema de gobierno de los aliados, lo cual no era muy prometedor, y Gadir.


Sobre La TriaPar, La Tríada Parlamental, los tres personajes, elegidos en democracia por los aliados para gobernarles se habían convertido en uno solo, de ideas tan radicales como devastadoras, tras un par de accidentes casuales ocurridos a los otros dos miembros. Este personaje se hacía llamar ELOHIM, pero su verdadero nombre era Elay.


El gatito arañó con ternura las pantorrillas de Elohim, y este lo recogió del cuello sujetándolo con cuidado por la parte de atrás del la piel del cuello para transportar al entrañable cachorrillo hasta situarlo sobre su estómago.


- Que grandísimo hijo de puta… - pensaba Cambises, su General del Ejército, plantado con gran aplomo en estado firme ante la mesa del despacho de Gadir.- Con lo mucho que quiere a su gato, y luego lo psicópata que es con el personal…

Por cierto, el gato se llamaba “Botitas” en referencia al apodo que le pusieron en la infancia a Calígula.


Volviendo a La TriaPar, se alzó en el gobierno de Marte desde tiempos muy antiguos: la población la votaba al principio de modo masivo debido a sus buenos y bien argumentados propósitos.

Consistía en que se elegía a alguien del bando conservador, a otro libertario, y se colocaba como tercera pieza a un juez neutro: normalmente solía ser mestizo porque no era ni del Norte ni del Sur, lo cual era un símbolo de equanimidad.


Su labor era escuchar a ambas partes lograr apaciguarlas, y mantenerlas en equilibrio obligándolas a montar pactos, y llegar hacer llegar a consensos entre los dos adversarios.


Antes de este sistema, hace mucho tiempo atrás, cuando aun eran pocos habitantes imperaba entre ellos el sistema de células de autogobierno para casa zona, región, pueblo, hasta edificios, etc…, donde todos los miembros opinaban en asamblea.


Recordemos que Marte no sabía mucho sobre su historia porque se habían perdido sus archivos, y este era de los pocos datos que se había conservado gracias la tradición oral de padres a hijos, junto con otras historias que ya hemos comentado antes.

MI ABUELO ANTONIO

Apenas sé nada de mi abuelo; unos pocos detalles que me contó mi padre, otros que me facilitó un buen amigo de la infancia, y la información proporcionada por dos libros donde se comentan recatadamente pequeños resúmenes de su biografía así como de su trágico final: “Los héroes y mártires de Caspe”, escrito por Sebastián Cirac, y “Caspe. Combatiente, cautivo y mutilado”, de Fermín Morales.


Mi padre tampoco pudo aportarme mucho, ya que el abuelo murió cuando él tenía solo nueve meses, y Florentina, su mujer, mi abuela, que falleció cuando yo tenía ocho años, prefería guardar su recuerdo en silencio. Solo estuvieron casados unos pocos años, porque la guerra los separó al poco tiempo y para siempre.


Mi abuelo se llamaba Antonio Albesa Cebrián, era hijo de Joaquín Albesa Buenacasa y de María Cebrian Lacruz. Vivían en La Muela, la zona más antigua del pueblo, pegada al Barrio Judío, donde supuestamente nació San Indalecio y junto a la ermita que lleva su nombre. Tenía cuatro hermanos: antes que él estaba Joaquín, nacido en 1905; luego mi abuelo, de 1908, y después les seguían José, María y Vicenta.


Una vez finalizados sus estudios, junto con su padre y su hermano Joaquín se estableció como mecánico en el pueblo, con un subordinado a su cargo (que en su momento será el causante de su muerte, al delatarlo a los milicianos). Años más tarde, me contó mi padre, este hombre quiso regresar del exilio, y su hermana fue a pedir perdón, de rodillas, a los familiares que seguían vivos. Mi padre, de corazón noble y con facilidad para olvidar, le perdonó, pero hubo otros parientes que no pudieron hacerlo y le dijeron, literalmente, que ellos no perdonaban, que cargase con ese crimen el resto de su vida y que por allí no volviese.


Pero este no es un relato de venganza, solo de recuerdo y añoranza, así que dejaremos a este señor de lado en nuestra historia.


Durante la Guerra Civil mi abuelo eligió un bando, da igual cual. Lo relevante es que fue delatado cuando salió de su escondite y eso le costó la vida. Da igual que ideología lo mató, porque todos los soldados hacían y hacen lo mismo en todas las guerras: llevarse por delante al enemigo, a todo el que consideran capaz de luchar contra ellos. En un edificio de la Glorieta de José Besteiro, cayeron asesinados todos los varones de una familia, salvo uno que tenía problemas psíquicos.


Cuando los del bando contrario a mi abuelo tomaron Caspe, mi familia se escondió en una casa cercana, la de Juan Barriendos, hasta que decidieron salir, ya que no querían comprometer a sus amigos. El tataranieto de uno de los que los acogieron asegura que su abuela recordaba cómo mi padre pedía constantemente el chupete, entre sollozos. El Chupón llamaban a mi padre por este motivo.


Mala idea la de salir, lo trincaron por las calles y lo apresaron, y junto con el resto de los detenidos, lo llevaron al cementerio, donde les obligaron a abrir su propia fosa…


Qué aberración… Dios mío…


¿Qué debió pensar Antonio mientras cavaba?


Supongo que tendría miedo; yo lo tendría… Supongo también que tendría ansiedad, que le sudarían las manos… Que le costaría respirar… Imagino que su corazón palpitaría como un loco por la tensión… Qué horror…


Supongo que ese rato se hizo eterno e infinitamente corto a la vez.


No lo digo porque fuera un cobarde. Todo lo contrario: fue un valiente. Un hombre de honor. Pero cuando tienes a otro ser humano convertido en bestia apuntándote con un fusil a la cabeza y sabes que tu tiempo está contado, intuyo por lógica que el temor se apodera de uno. Todos sabemos que vamos a morir, pero por suerte no sabemos cuándo, y eso nos da paz y confianza.


Antonio lo sabía: media hora…una…sabía que la suerte estaba echada y las cartas que le habían tocado en el reparto estaban a punto de estallarle encima como una bomba de relojería…


Se comenta por otros escritos, cuyo autor desconozco, que él y sus compañeros de infortunio sufrieron vejaciones en vida y en muerte, pero como este texto lo va a leer mi padre, es decir, el hijo de mi abuelo, no quiero crearle un daño innecesario.


Solo apunto pues el resumen: que su muerte, la muerte de mi abuelo, además de programada fue sucia y cruel.


Ya debería haber sido bastante tortura saber que vas morir, pero las guerras sacan lo peor de los hombres: solo sirven para legitimar el sadismo y el odio. Las ideas políticas y su defensa no merecen que se gaste por ellas una sola vida. Ninguna.


Una mujer me contó que, siendo niña, en esos primeros días de guerra la sangre corría por los márgenes de las aceras igual que corre el agua cuando llueve. Supongo que se refería a los fusilamientos.


Qué suerte hemos tenido los que llegamos después, que nos hemos librado y no nos ha tocado vivir directamente ese horror; aunque, por otro lado, sí hemos vivido indirectamente sus secuelas: mi padre se crió sin el suyo, mis hermanos y yo nunca conocimos a nuestro abuelo, mi abuela perdió a su marido… De una familia de tantos hombres, incluyendo hermanos y primos, solo quedó mi padre y su tío José.


Tras ser ocultado junto a su hijo en casa de unos vecinos, mi abuelo decidió salir a descubierto, quizá para no comprometer a su hijo y a la familia que lo acogía, o quizá porque pensó que no corría peligro. Por desgracia, le apresaron.


Mi abuelo Antonio pudo haber salvado la vida, pero no quiso: estaba ya montado en el camión de los que llevaban al cementerio a “pasear”, se acercó uno y dijo: «Antonio Albesa, que baje, que “fulanito” le perdona la vida». Mi abuelo contestó: «No voy a ningún sitio sin mi hermano». Y como a su hermano no le «indultaron», no quiso dejarlo sólo y no se bajó del camión.


Ese fue mi abuelo: ¿un héroe, un valiente por no abandonar a su hermano, o un necio por dejar a su hijo y a su joven esposa solos ante la vida? Cruel duda, ponte tú en su lugar e intenta decidir con cordura mientras los segundos se escapan como el agua entre los dedos cuando intentas capturarla con las manos abiertas…


Madre mía… Mi abuelo debió pensar en algún momento que todo lo que se paseaba ante sus ojos era puro disparate; que en realidad estaba soñando, que todo aquello no podía estar pasando de verdad, que se estaba volviendo loco, o qué sé yo…


También he pensado alguna vez que su hermano Joaquín, mi tío, podía haberlo obligado a bajar, aunque hubiera tenido que darle un golpe para que se desmayase, y así habría tenido la oportunidad de luchar por su mujer y su hijo…


Yo qué se. A saber qué pasó en realidad y cómo.


Qué hubiera hecho yo… Tic tac, tic tac… Se acaba el tiempo. Decide ya…


Me lo imagino carcomido por la ansiedad mientras cavaba con aquella maldita pala la tierra seca y dura del cementerio, aquel terrible 25 de julio de 1936.


¿ Tendría todavía alguna esperanza? Quizás, quién sabe, alguien apareciese en el último momento con orden de no matarlos; o quizá hacerles cavar la fosa era sólo para asustarlos y jugar con sus mentes, torturarlos psicológicamente, y luego les soltarían. Quién sabe...


Sus últimos segundos de vida, al sentir el cañón del arma ronroneando por su nuca o frente a su pecho, como un gatito travieso juega con un ratón. ¿Debió de temer la realidad? ¿Lo que estaba por llegar?


¿Cuáles son los pensamientos que se cruzan por la mente de un ser humano cuando por fin es consciente de que va a morir? ¿Acaso es como si alguien con una voz suave y penetrante te susurrase cosas al oído que, lejos de calmar tus nervios, te suenan metálicas en la garganta agregando más agonía a lo que ya te espera? Sobre todo cuando te das cuenta que esa voz es la tuya, y de que lo que está gritando desde el silencio es: «me van a matar… me van a matar…»


Supongo que mil pensamientos debieron agolparse en su cabeza, quizás dando coba una y otra vez a esa golfa traicionera que es la esperanza, que burlonamente se empezaba a asomar de nuevo ante lo obvio. Quizás el arma tiemble en manos del verdugo y su conciencia no se lo permita…


Quizás esto… Quizás eso… Quizás lo otro…


El resultado, imagino, se debió ver reflejado en una locura ansiosa derivada de un vaivén de sensaciones entrecruzadas que no acababan nunca hasta dar lugar a una montaña rusa emocional. Me imagino el sudor cayendo por sus sienes y su espalda, y en su cabeza, enganchado, un bucle de apenas unos microsegundos de duración pero donde se repiten alternándose hasta el infinito una lucha interna donde esperanza y realidad pelean enfrentadas por hacerse un hueco…


– Me van a matar… me van a matar…- debía estar diciéndose mi abuelo todo el rato, una y otra vez sin poder evitarlo, como si de un poderoso salmo o un mantra que cuantas más veces y más enfebrecidamente repites sirviese para poder así tornar su significado.


Suena el sonido metálico de los cerrojos metiendo las balas… Clínk!! Clink!! Clink!!


Aún queda tiempo para seguir consciente…
Se escuchan los rezos y lamentaciones del resto de los que comparten tan infausto destino.


– Padre nuestro…


– ¿Porque yo?


– Perdóname…


¡¡Bang!! ¡¡Bang!! ¡¡Bang!!


El arma esta tan cerca que puede sentir como su presencia le quema la nuca…


Ni siquiera sé si le vendaron los ojos…


Antonio nota por un momento detalles mínimos, casi anecdóticos, como por ejemplo que su  pelo huele ligeramente a perro mojado por la lluvia que ha caído al mezclarse con su propio sudor. Y mientras la bala atraviesa el cráneo o revienta el corazón implosionándolo, quizás, solo quizás, mientras el cuerpo aún cálido cae por inercia sobre el trozo anónimo de zanja oscuro que a partir de ahora lo envolverá con en un compacto abrazo…


Quizás…


Quizás entonces le dio tiempo a Antonio de volver a escuchar ese silencioso grito cargado de angustia en su cabeza: «Me van a matar, me van a matar»


Me van a matar…


FIN

Dedicado a mi padre.

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