CARMELO
3 DE DICIEMBRE DE 2023
Mi discapacidad y yo venimos recorriendo un camino largo de casi 25 años,
luchando por la adaptación constante a este mundo cambiante,
no sólo en lo laboral, sino en lo social, en el tú a tú,
en esa "carrera" que se vive día tras día en la relación con los demás.
A mi discapacidad y a mi nadie nos regala nada, al contrario,
somos observados constantemente, como si miles de doctores especialistas
nos estuvieran analizando y sacando conclusiones: "Hoy está mejor, hoy ha resistido, hoy no se ha inmutado ante el constante devenir de cambios de estado externos".
Mi discapacidad y yo seguimos creciendo juntos y ya casi nos queremos,
ambos tenemos un calendario de medicación que compartimos: "No se te olvide tomar hoy el Abilify o la Zimbalta, Carmelo, me recuerda mi discapacidad de vez en cuando".
Entre mi discapacidad y yo, no hay secretos. No puedo engañarla, sabe mejor que nadie cuando me estoy haciendo el remolón, cuando estoy siendo vago y cuando estoy poniendo excusas.
Al final ya no hay ninguna carga, ni ninguna extrañeza: mi discapacidad no es más que una extensión de mi mismo: soy yo, yo soy ese, soy yo, no es ningún apéndice de mi, yo soy así. Tómadme o dejadme.
Mi discapacidad y yo ya no tenemos que dar ninguna explicación a nadie. Lo único que nos molesta es que aún se nos siga cuestionando nuestra capacidad, nuestra productividad, nuestra rentabilidad. "Oye y éste ¿cuantas bajas va a coger?, ¿cuánto tiempo necesitará cada día para ir al baño y llorar un poco? ¿se alterará e irá a buscar un cuchillo, o, peor aún, prenderá fuego a la fábrica? Oye, y éste ¿de que pie cojea?
Mi discapacidad y yo también estamos un poco hartos de que lo que hicimos antes se ponga ahora en entredicho. "Tiene una carrera, sí, pero antes de la discapacidad" ¿Y qué? decimos. Cualquier persona normal también se sacó la carrera hace 25 años, y habrá olvidado muchas cosas.
Pero sobre todo a mi discapacidad y a mi nos molesta sobremanera que se nos encasille y que se nos augure un futuro lleno de dudas porque nos estamos haciendo mayores. Los dos decimos que aún nos queda cuerda para rato, que nos prueben si quieren, pero sin estereotipos previos, sin anticipaciones.
Mi discapacidad y yo también estamos cabreados por representar sólo una clase de discapacidad, la mental, por tener que llevar siempre el "sanbenito" de que aparentemente somos "normales", de que nadie nos mira por la calle.
En fin, mi discapacidad y yo casi preferimos celebrar solo este 3 de diciembre como un símbolo y reivindicar que no hay diferencias, deseando que alguna vez no haya nada por lo que celebrar el día de la discapacidad.
CADA MINUTO
POEMA DE 1991
Cada minuto que pasa es un nuevo respiro.
Cada vez que se encienden las olas,
cada vez que se apagan las velas,
cada vez que te nombro en mis sueños,
es un tímido respiro, un leve, un pequeño respiro.
Si murieras, si ya no pudiera ver tu cara,
cada minuto que pasara
sería un tormento,
pero no has muerto, sé que no has muerto,
y cada minuto que pasa es un nuevo respiro
Cada vez que la calle se ilumina,
cada vez que todo árbol se transforma en ti,
cada vez que en cada nube distingo tu rostro,
es un tímido respiro, un leve, pequeño respiro.
Si he de tenerte otra vez, si sólo hay que esperar,
si sé que no me dejarás tirado en la carretera,
cada minuto que pasa es un nuevo respiro,
cada minuto debería ser de alegría infinita.
Pero no logro comprenderlo, no lo acepto,
la suma de tantos minutos no es un respiro,
cada minuto que pasa es un nuevo respiro,
pero cada minuto que queda es un lamento,
cada hora que sé que me faltas es un tormento.
Cada minuto que pasa es un nuevo respiro.
FIN
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